BREVE EPÍSTOLA A NADIE

Necesito escribirte esta carta. Es esencial. Necesito decirte en palabras que eres el tiempo y la duda. Una nebulosa rondando, como brumas esparcidas, a través del pensamiento. Necesito tenerte en mi seno. Cautivarme de ti. Y no veo tu rostro, ni sé tu nombre. Pero caminas por mi mente ahondando con tus dedos. Necesito tu mirada cautiva. Tu sonrisa imaginada. Tu apariencia desvalida en mi interior. Aunque no sepa quién eres. Ni si tu huella dejará paso al desvío de mi fe. Asomarme en tus sombras. Soñar contigo a deshoras. Pensar que eres  el destino que mañana continuará ahí. Necesito ese eslabón que me una a tu cadena. A brillar bajo tu luz. A escalar tu morada.

Necesito una y mil veces decirte que vivo por ti. Que no renuncio a atraparte. A quererte tal que así. Sin conocerte. Sin saber si eres imaginación.

Necesito, solamente, una molécula de ti. Que me haga avanzar en el camino. A encontrar tu estandarte. Necesito morirme de pena con tus recuerdos, aunque sólo sean segundos separados de ti. Necesito una verdad anhelada. Que me convierta en una sonrisa andante. Que impulse la ilusión al desvarío.
Es sólo una carta para nadie. Pero nadie subraya siempre su importancia. Nadie pulula como un fantasma, emergiendo y naufragando. Nadie es mi compañera. Mi leal amiga, fraternal. La que se hospeda, sin llamarla, en los silencios. Nadie es un canto de esperanza. Nadie quiere surgir y descifrar su nombre. Pero yo no le consiento romper la magia. Nadie llora y ríe. Y lamenta. Y se azora. Nadie, ¿será su nombre? Descúbremelo más tarde. Cuando la noche empiece a desmayarse y el alba gima de ternura.

Ped.

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