Me sentaría aquí, a
tu lado, viejo,
Sin esperas,
A chapotear en tus
relatos.
A apreciar tu voz,
destartalada,
Como reparte su candidez
por mis oídos.
A cerrar los ojos
mientras te distraes,
Arrastrando las
palabras,
Como serpiente en el
pasto,
Y abrirlos cuando te
interrumpe
Alguna de esas toses
tan ásperas.
Me tumbaría, viejo, a
la sombra de este árbol,
Que ha vivido
contigo,
Que ha cruzado el
tiempo de tu mano,
A oler el agrio
tabaco
Que amarillea tus
dedos.
Mientras tus hazañas
postergan
Los quehaceres
diarios,
La ramplona rutina,
Yo elevaré la vista,
entre sus ramas,
Buscando el consuelo
en el cielo nítido y azulado
Del otoño marchito.
Y regresaré aquí,
viejo,
Aun cuando tu voz ya
se haya hecho añicos,
Y el único aroma sea
el de las flores en primavera
Y no quede ni rastro
del humo del pitillo,
A rememorar tus
cuentos,
A sestear bajo el
nogal,
A aspirar tu esencia,
Que sólo este otro
anciano de corteza ruda
Puede escanciar.
A soñar que
permaneces, entre sus raíces,
Para seguir
acompañándome
En las tardes venideras.
Ped.
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