Se enervaron las
ideas como homicidas,
Surcando de un
paisaje a un abismo,
De un mar de lágrimas
a una risa nerviosa.
Planearon
disconformes las suspicacias,
Moldeando razones
tránsfugas en mentes inertes.
Blandieron espadas,
afilaron machetes,
Cargaron fusiles y
rancias bayonetas olvidadas.
Sonaron trompetas de
guerra,
De afilar cuchillos
Y rescatar las mazas.
Se irguió la noche
espléndida,
Destellando fulgor,
Enrojeciendo al
cielo,
Como un presagio del
inminente futuro,
Invadiendo las almas
de miedo y penuria.
Se erizó una bandera,
Al soplar la brisa,
descosiendo su pellejo,
Tan caduco,
Tan esperpéntico.
Y marcharon todos
unidos,
Masacrando con sus
botas la hierba fresca
Y recién regada por
el rocío.
Tras ellos no
quedaría vida,
Ni historia que
contar,
No quedaría nada,
Pues nada dejaban
atrás.
La mirada en la
distancia,
Arremolinando sus
locuras,
Hecha de odio y
violencia,
De batallas anteriores,
De cansancio y
soledad.
Así comenzaba la
partida…
Nunca se conoció el final.
Ped.
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