Atraviesa mi pecho una daga. Tan incrustada que sólo sobresale el mango vetusto y parduzco. Tengo mis ojos vueltos hacia el cielo plagado de estrellas. Ellas son las anónimas presencias, las cómplices de mis últimos momentos. Oigo discurrir las aguas del riachuelo cercano donde hace unas horas mojaba mi seca garganta. Y creo sentir el aroma de la fresca hierba que nace en sus orillas.

            No tengo fuerzas para desclavar el acero de mis entrañas. Mantengo mi mano sobre ella. Abrazándola. Enguantada. Si la arranco me desangraré en segundos… Y no lo pretendo. Quiero saborear la dulce fragancia de la negrura. Permanecer imaginando el no futuro. La sobriedad del éter inmóvil devorando el tiempo. Pararme a pensar que cuando ya no respire seré parte de este paisaje. Quizá devorado por las alimañas que se ocultan, pacientes, en la densidad de este bosque, que es su hogar, su mundo caníbal. O, quizá, dejen, saciadas, alguna parte de mí, para poder pudrirme sobre este lecho de hojas taciturnas donde reposo.

            No siento ya… La mirada se me nubla. Todo comienza a ser borroso.

            Ojalá pueda comprender, al fin, qué existe tras la máscara hiriente de esto llamado Muerte. Quiero estar consciente hasta el último segundo. Que su guadaña corte sanamente el hilo invisible que aún me ata a la vida. Quiero oler su infesto perfume de trabajosos siglos. Que, cuando se acerque sigilosa su negra figura encapuchada, pueda mirarla de frente y asir sus trapos macilentos y, en un lastimoso intento de incorporarme, abrazarme a ella.

            Oigo un silbido penetrante… pero no procede del bosque. Cada vez es más intenso, más ensordecedor. Más agudo. Lo siento llegar presuroso… ¡Está emergiendo desde abajo! Desde la tierra. Ahí llega…

            ¡No! Cansancio no me hagas desfallecer ahora. Quiero ver su rostro. Que sea su mirada hierática la última que vean mis ojos.

            Pero, ¿dónde estás negro demonio? No consigo apreciar tu figura. ¿Por qué ya no hay estrellas? ¿Por qué me arropas con la oscuridad de tu manto? Concédeme este último deseo. Verte de cerca, cadavérica esfinge… desplegar mi último suspiro sobre tu demacrada cara…

            ¿Por qué este silencio…?
Ped.

Comentarios

Entradas populares de este blog