Sobrio es el camino…

Desmenuzada arboleda de profundas raíces.

Pinares entre dunas de blanqueada arena.

Enrolados carriles de desierto aparente.

Baldío.

Sin fauna habitante de montes inexistentes.

En la frontera, donde se expande (lujuriosa)

La bella quietud,

Desarma su candidez la luz primaveral

Para, con cada atardecer,

Sonreír con su plateada corona

De lunas malditas

A los seres nocturnos

Que acechan en las sombras.

Roedores horadan, apresurados

Por alcanzar el inmediato matorral,

Las vacías lindes,

Para esquivar la vidriera del faro crepuscular

Y no ser presa,

Sino caníbal.

Y, entre la mudez de los ambientes nocturnos,

Aprisiona en sus inviernos

La humedad del allegado oleaje.

Mareas…

Que se inmiscuyen tempranas

Con el albor de las flamígeras llamas

Afloradas en las diurnas semblanzas

Del despertado día.

Se callan los confusos silencios
Y regresa el bullicio de la claridad.

Ped.

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