La morena figura rasga,
concienzuda,
la mente del solitario jinete
que cabalga en las noches
sobre los plateados corceles desbocados
que custodian a la luna.

Busca en el sinfín del firmamento,
a lomos de la congoja,
el encarnado hito irradiado en su amargo alma,
que ajuste con sus bermellones reflejos
los pusilánimes ánimos malheridos.

Maleante de nebulosas proyecciones,
azaroso mequetrefe de melifluas formas.
Lacayo del siniestro rojo atardecer irisado
de su mísera aflicción.

Suelta las riendas...
apresurándose, abatido,
al talud de la desesperación.


Ped.

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