Bucólico Vergel

(1ª parte)

 

Las alfagras irrigan, plenas

De cristalina agua, el verdín de las albarradas

De lascas de micácea pizarra;

De adobe y recia madera son los caseríos

Que se desparraman cual rociada lluvia

En los promontorios circundantes

Del indómito valle

De cipreses y laureles.

 

Desde el Alto del Abad

Otea, acechador de vista inalcanzable,

El azor de virtuoso vuelo, con su plumaje

De larga envergadura,

Sus regias posesiones.

 

Un claroscuro de andariegas nubes

Ensombrece a la delicada mañana.

 

Las tunas que reverdecen, cetrinas,

Junto a los huertos de naranjos y olivos

Incordian con sus afiladas espinas

Verjas y alambres oxidados.

 

Los lirios del camino de la

Vereda de los Patos,

Rescatados en su blancura,

Adormecen en sus pétalos

Las lágrimas de la madrugada.

 

El viento helado y húmedo

De la recién parida primavera

Barre con su silbo los díscolos prados,

Cercenados en su voluptuosidad

De reblandecida y carnosa hierba.

 

El chaparral orlado de musgo

Desmenuza el terreno con agudas raíces

Y robustecidos troncos.

 

Retoña un chopo

De majestuosa altura

En la ribera plateada

Donde lozanía y puericia

Bañan sus desinhibidas voces
Desde precoces horas…

Ped.


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