Hierros retorcidos… sangre.

                Agrisadas nubes de polvo

Y cemento (ruin y desmemoriado).

Tabiques desmantelados por las llamas

Candentes de los tétricos infiernos.

 

Vuelan desde aires contaminados

Desdichas y lamentos de

Llanuras bélicas y derrotados mares.

 

Sangre… y vendas inservibles

En heridas sin coser.

Irreparable dolor de huérfana vergüenza.

 

Amasijo de incertidumbre en las calles

Abortadas de vida, de rostros

Desolados en la suciedad de la incongruencia.

Incrédulos semblantes ante la desfachatez

De ser nadie.

               

                Sangre…

Agujereada a balazos en la inmundicia

De escarmientos de bastardas naciones

Apoltronadas en la servil tarea

De adorar al malicioso metal.

 

                Depravados, iracundos…

Y pérfida devastación sin argumentos.

Vomitando los odios disfrazados bajo

Su piel de ladina serpiente.

Un disparo de roca hueca, atormentado,

Responde, inocuo,

A la ráfaga de obuses asesinos de inocentes almas.

 

                La esperanza emigró (marchita)

Con su llanto de negras lágrimas

                A latitudes inexistentes,

Perdiéndose en los abismos del horizonte.

 

La historia vuelve a repetirse

                Desgraciada…

                Nefasta…
De olvidos olvidada.


Ped.

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